por Ceinett Desiree Sánchez Quintero,
Universidad de Caribe, Santo Domingo, República Dominicana
Se dice que tan importante como hacer, es comunicar. También, que la capacidad para comunicar acertadamente los actos de gobierno cotidianos, definen en buena parte el éxito o el fracaso de una gestión. Y si estas premisas, las extrapolamos a lo que ocurre en Haití en tiempos de Cólera luego del terremoto del 12 de Enero del 2010, podríamos afirmar que existe un gran reto para lograr que este país deje de llamarse estado fallido y su futuro siga en la controversia política internacional.
Cuando se supone que en la fase de socorro, ayuda y rehabilitación, la comunicación juega un papel esencial a la hora de detectar necesidades, gestionar la ayuda y evaluar resultados, la realidad es que el desorden político y social en el que vive Haití, hace difícil más no imposible, ejecutar un proyecto de desarrollo y de comunicación efectiva, que garantice su reconstrucción como nación pese al “supuesto” compromiso pactado con la comunidad internacional.
Luego del seísmo, que acabó con la vida de más de 222 mil personas, causó 300 mil heridos y dejó sin techo a más de 2,3 millones, ahora esta nación cuyo territorio comparte con la República Dominicana, enfrenta desde finales de Octubre del 2010 la epidemia del Cólera, una enfermedad que puede matar en 8 horas a una persona, y por la cual ahora “suman oficialmente más de 4 mil 700 fallecidos y cerca de 600 mil han sido hospitalizados”.
Hablar de institucionalidad en esta nación caribeña es complicado. El terremoto derrumbó al Palacio Presidencial, se tragó al Ejército Haitiano, a la Policía, solapó la sede de la Iglesia Católica incluso sepultando en sus ruinas a su Obispo. Son comunes las revueltas también en contra de los cascos azules de la Organización de las Naciones Unidas, “única fuerza de seguridad” que intenta el orden desde el año 2004 con el derrocamiento de Jean Bertrand Aristide y antecedido por una falta de plan de gobierno, desde la guerra civil que en 1986 terminó con el régimen dictatorial de la familia de Jean Claude Duvalier.
A finales de Diciembre del 2010, a un mes de detectar el brote de la epidemia, “lincharon a machetazos y pedradas a sacerdotes Vudus en protestas en Cabo Haitiano, por la escandalosa presunción de que soldados nepalíes de la ONU habían traído las cepas de la enfermedad y contaminado el Río Artibonite, a 100 kilómetros del Norte de Puerto Príncipe” y donde permanecen diseminados los insalubres, hacinados y violentos campos de refugiados.
Al analizar el manejo informativo que los medios de comunicación y las instituciones de gobierno, dan sobre la realidad en Haití, en el propio terreno, en el país vecino República Dominicana y en las agencias internacionales de noticias, todos sin excepción, señalan estadísticas de muertos y afectados, siendo mínimos los trabajos de proximidad, investigaciones de campo, y con tratamientos informativos independientes a intereses políticos. Al parecer, a pocos les importa un tema que vende menos en términos publicitarios, que los últimos escándalos de la farándula mundial.
Hay un afán constante de reflejar números, en apartadas comunidades. Reconocidos colegas aseguran que “las cifras ocultas de fallecidos ahora por el Cólera pueden ser espeluznantes, por la falta de agua potable a orillas de ríos contaminados y porque culturalmente, no existe el hábito de acudir a centros hospitalarios, sino de tratar con magia negra las enfermedades”.
En estas condiciones de insalubridad y anarquía social, es peliagudo referirse a la efectividad de las campañas preventivas encabezadas por al comunidad internacional. Y para poder entender el flujo de la ayuda foránea, es necesario conocer aspectos históricos sobre la política exterior de Haití, un país, el más pobre del hemisferio occidental, intervenido militar y políticamente por los Estados Unidos en cuatro ocasiones.
Al revisar lo que se publica en los medios de Haití, existe una discreción generalizada con respecto a informaciones no menos importantes que el Cólera, como la inesperada visita del dictador Jean Claude Duvalier, de quien se dice, apoyado irrestrictamente por la oligarquía haitiana, y los gobiernos de Estados Unidos y Francia, busca retomar el poder y el orden, pese a que en 1986 fuera derrocado por intensas manifestaciones populares en su contra, por el alegado saqueo al Estado de millones de dólares y porque en su régimen, hubo unos 30 mil muertos.
Medios internacionales, llegaron a criticar las informaciones emitidas por colegas haitianos, que “priorizaban noticias sobre campaña política a propósito de las recientes elecciones presidenciales que iniciaron a finales de Noviembre del 2010, en vez de informar sobre métodos de prevención del Cólera”. En medio de estas noticias, se veía al presidente René Preval tratando de contener la violencia que dejaba muertos y heridos, llamando a la calma y sin dejar de presentar la cara de la tragedia con un palacio presidencial en ruinas y los hacinados campos de refugiados.
Caso contrario ocurre con Organizaciones No Gubernamentales y gobiernos afines al líder populista Jean Bertrand Aristide, como es el caso de Venezuela y Cuba, que se conocen repudian abiertamente el exilio de siete años que tuvo Aristide en África Central por alegada maniobra Yanqui. Estas entidades, se esmeran por presentar la ayuda que dotan a su pueblo siguiendo las recomendaciones de la Organización Mundial y la Panamericana de Salud. Aun así, colegas que trabajan en Puerto Príncipe, tanto funcionarios de gobierno, como periodistas de medios independientes, en especial los extranjeros, aseguran que parar el Cólera, se trata de una labor dantesca.
En tanto, al revisar lo que emiten medios de la República Dominicana, país que vive del turismo y con el cual Haití comparte frontera, es evidente que al ser su gobierno y su pueblo los primeros interesados en que el Cólera no los afecte, el despliegue preventivo es fluido e intenso. Prevalece una alianza natural estratégica entre el gobierno, los medios y los gremios médicos, para informar sobre los casos detectados, denunciar amenazas también de migración ecológica (haitianos que buscan entrar ilegalmente al país para sobrevivir) y “exigir a la comunidad internacional, principalmente a Francia y Estados Unidos, que se pronuncie por las promesas hechas sin cumplir, de no dejarlos solos con la responsabilidad de la reconstrucción de Haití”.
El interés del pueblo dominicano porque se resuelvan los problemas sociales en Haití es tal, que su gobierno se empeña en recordar al mundo que “fueron ellos y no los norteamericanos, los primeros en llegar con ayuda material y humanitaria, ha asignado una fracción de su presupuesto nacional para casos de emergencias en ese país, construido 10 centros de salud en la frontera, erigido la Universidad Quisqueya en Puerto Príncipe, e invertido más de 13 millones de dólares desde el terremoto”.
Los medios dominicanos también destacan, la ayuda brindada también del tipo alimentaria antes y después del cólera. Con el Plan Social de la Presidencia, se han enviado toneladas de arroz, pero la debilidad institucional en Haití, favoreció el trasiego ilícito. Surgieron denuncias por su contrabando y venta ilegal a la República Dominicana.
A nivel institucional se ataca de frente al Cólera, con la coordinación de políticas de comunicación preventiva, se dice que “extreman la higiene en la frontera donde funcionan los mercados binacionales dotando agua potable, jabón y cloro”, y aunque el pueblo dominicano conoce que lo que ocurra en Haití les afecta directamente, su pueblo mantiene un optimismo admirable y no procuran maquillar la realidad por razones de estrategia frente al mercado turístico. Desde el gobierno aseguran que la ayuda internacional es tímida, y que por más que se esfuerzan por planificar proyectos de desarrollo en conjunto, la debilidad institucional impide este objetivo.
Ahora bien, conocido este contexto de lo que ocurre en la isla Hispaniola a nivel informativo, es fácil deducir que los intereses foráneos han tenido que ver incluso en las especulaciones y dudas con respecto al origen del cólera y lo que se dice de esta enfermedad en el mundo. Desde que las autoridades sanitarias haitianas declararon la epidemia como un problema de seguridad nacional, los candidatos presidenciales no perdieron tiempo en usarlo como tema de campaña y otros organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas, el Banco Interamericano de Desarrollo y Médicos Sin Fronteras entre otros, aseguran que siguen pidiendo y ofreciendo ayuda en beneficio del pueblo pese al inconveniente de la debilidad institucional.
El pasado 12 de Enero del 2010, al cumplirse un año del terremoto, la Comisión Interina para la reconstrucción de Haití, dijo necesitaba 900 millones de dólares, urgía el desembolso y garantizaba la eficacia en la recepción e inversión de los fondos. El ex presidente norteamericano Bill Clinton, respaldaba esta solicitud, pero es bueno recordar que alegadamente fue el gobierno de los Estados Unidos, el que suspendió la ayuda internacional por última vez en el 2004 para presionar la salida de Jean Bertrand Aristide, por una supuesta y tradicional intención de Washington, de oponerse a los regimenes populista de izquierda en el hemisferio occidental.
Pero luego de esta breve análisis comparativo sobre lo que se dice de Cólera en Haití y el mundo, hoy día resulta indolente desconocer, que este país sigue oliendo a muertos y miseria, los campos de refugiados siguen exhibiendo el hacinamiento en las zonas devastadas y cientos de voluntarios todavía trabajan sin descanso en la remoción de miles de toneladas de basura, escombros y heces humanas a la intemperie, que sin dudas, agudizan en cada momento, las pésimas condiciones sanitarias de sobrevivientes y rescatistas expuestos a peligrosas enfermedades transmitidas por moscas, ratones y cucarachas.
Existe una gran responsabilidad sobre los hombros de las nuevas autoridades haitianas y la comunidad internacional, de garantizar el techo y mínimas condiciones de salud primeramente a los refugiados que cohabitan en condiciones infrahumanas en campamentos, donde el hacinamiento facilita nuevos contagios de cólera.
La prevalencia de la inseguridad mental, física y material de los haitianos, no debe limitarse solo a un tema de campaña política o a un producto de venta mediática para vanagloriar ni a gobiernos ni a ningún organismo internacional. Es insolente que solo se trate el cólera, como una noticia de impacto mundial en un instante y que el tema solo sea retomado en fechas aniversarias, o cuando por estrategia comunicacional de los gobiernos y organismos internacionales responsables de recaudar y entregar ayudas humanitarias, quieran justificar la lentitud del proceso para curar las heridas de millones de haitianos.
No se vale olvidar, que el 98% de la población en Haití vive en la pobreza, que persisten los conatos de violencia, que prevalece la desesperación por la falta de agua y comida, que aún hay cuellos de botella en puertos y aeropuertos con ayuda internacional producto de la desorganización y de intereses políticos, y que para atender casos de cólera, aún se improvisan hospitales a la intemperie debajo de mata de mangos bajo amenazas de tráfico de huérfanos y violaciones sexuales.
Esta servidora insiste en la búsqueda de estrategias para que los organismos de prevención de desastres naturales en Latinoamérica, adquieran autoridad política suficiente para imponerse a otros poderes como los gobiernos locales, para inferir en la confección y aplicación efectiva de legislaciones que impulsen una cultura de riesgo y de acción en casos de emergencias y brotes endémicos.
Es necesario, que políticos y comunicadores, con el talento y la capacidad que Dios coloca en sus manos y para adornar su sapiencia, recuerden la noble misión que tienen y el poder fáctico que pueden ejercer a través de la gracia divina de la palabra oral y escrita, como expresión pura de la combinación del pensamiento y el sentimiento.
El comunicador social en especial, está y deberá estar siempre, en el deber de jerarquizar las informaciones con sentido de utilidad y edificación de criterios, tener tacto y proximidad al tratarlas. En medio y después de los eventos, tiene la responsabilidad de dar seguimiento a sus noticias, con un sentido sano de evaluación y proposición.