Investigadores de un instituto del CONICET en La Plata
analizan la composición de cálculos renales de pacientes de hospitales
públicos. Lo hacen a través de un método llamado espectroscópico.
Rapidez, precisión, y gratuidad. Son las ventajas
fundamentales que aporta el análisis de las piedras que se forman en los
riñones a través de una herramienta de la química y física cuyo nombre
específico es espectroscopía infrarroja por transformada de Fourier, y que expertos
del Centro de Química Inorgánica (CEQUINOR, CONICET-Universidad Nacional de La
Plata) llevan adelante en el marco de un proyecto de extensión de la Facultad
de Ciencias Exactas de la UNLP. La información que se obtiene es central para
determinar la causa de formación de los cálculos y trabajar así en la
prevención.
La iniciativa se denomina Determinación de la Composición
Química Cuali y Cuantitativa de Cálculos Renales y consiste en el análisis de
piedras a través de un aparato que sirve para estudiar la interacción de la
materia con la radiación infrarroja. De esta manera, los expertos aprovechan su
metodología y conocimiento para brindar un servicio a la comunidad, ya que las
muestras pertenecen a pacientes de centros de salud pública.
“La gran ventaja de este análisis frente al que
tradicionalmente se hace es que podemos ver qué componentes forman la piedra y
en qué proporción lo hacen”, cuenta Rosana Romano, investigadora del CONICET y
directora del proyecto. Así, explica que son menos de diez los minerales o
especies que usualmente componen los cálculos, de los cuales en la mayoría de
los casos se combinan dos o tres. Los oxalatos de calcio y el ácido úrico son
los más frecuentes.
“Es muy importante saber cuánto hay de cada componente, y
también en qué forma, porque en algunos casos se encuentran mezclados pero en
otros uno de ellos funciona como núcleo y el otro como caparazón”, detalla la
especialista. “Con un diagnóstico preciso, los médicos pueden por ejemplo
restringir la ingesta de determinados alimentos que funcionan como
favorecedores de este problema”, apunta Romano.
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Fuente: CONICET