Científicos logran almacenar imagen, texto y sonido en la
«molécula de la vida», y descubren por primera vez una estructura cuádruple en
el ácido desoxirribonucleico de células humanas.
Patricia Cáceres
Olvídese de discos duros y disquetes, CD, DVD, Blu-Ray,
pendrives y tarjetas de memoria. La tecnología de la información del futuro al
parecer irá por otros derroteros. Aunque usted no lo crea, dentro de unos años,
la forma más segura y efectiva para guardar sus datos podría ser nada menos que
la «molécula de la vida», nuestro propio ADN.
Para probarlo, un equipo de investigadores del Instituto
Europeo de Bioinformática (IEB) codificó al lenguaje molecular texto, imágenes
y sonido, y los almacenó luego en hebras de ADN sintético, como si se tratara
del disco duro común de una computadora.
Según un informe publicado en la revista Nature, los
especialistas transcribieron casi 800 000 bytes de información digital, donde
se incluía 154 sonetos de Shakespeare, una foto, un documento científico en
formato PDF y 26 segundos del video del discurso Tengo un sueño, del líder
defensor de los derechos civiles Martin Luther King. Dentro de un tubo de
ensayo, toda esta información cupo en un trocito apenas visible de ADN, más
pequeño que una mota de polvo.
La molécula helicoidal del ADN se mantiene unida por cuatro
grupos químicos, o nucleobases, que no son más que Guanina (G), Adenina (A),
Citosina (C), y Timina (T). Cuando estos se organizan en un orden específico,
contienen las instrucciones genéticas que necesita todo organismo vivo para
construirse y conservarse.
Sin embargo, el sistema de almacenamiento creado por el IEB
utiliza los mismos cuatro grupos químicos (G, A, C y T), pero en un orden
completamente distinto al de los seres vivos. En este caso los científicos
convirtieron los ceros y unos (dígitos binarios) propios de la información
digital en el alfabeto de cuatro letras de la cadena del ADN.
Ese nuevo código posteriormente se usó para producir en
serie hebras de ADN sintético, en la secuencia correspondiente.
Luego unas máquinas creadas especialmente para «leer» las
moléculas decodificaron nuevamente la información y la pasaron a un ordenador.
Para sorpresa de todos, pudieron recuperarla con un ciento por ciento de
precisión.
Ese proceso de lectura tomó dos semanas, pero los adelantos
tecnológicos acortarían ese tiempo, afirmó Ewan Birney, investigador del IEB y
uno de los autores del informe publicado en Nature.
Fuente: Juventud Rebelde
