Los seis voluntarios del proyecto Marte 500 concluyeron su odisea. El investigador del CONICET Daniel Vigo, que participó de uno de los 105 experimentos a los que fueron sometidos, comentó cómo afectó el encierro y la falta de luz a los tripulantes.
Tres rusos, un chino, un francés y un ítalo-colombiano participaron de este viaje simulado a Marte, que incluyó una imitación de las condiciones de aterrizaje y la recogida de muestras con trajes espaciales. Y, durante el lapso de 520 días, fueron sometidos a diversos experimentos para observar cómo los afectaba el estar en un espacio reducido sin ventanas, poca luz y retrasos en las comunicaciones.
Ya "de regreso" a la Tierra, el investigador Daniel Vigo comentó a la Agencia CTyS que se mantendrán en una especie de cuarentena por algunos días, “para someterse a una serie de chequeos médicos, destinados a evaluar en profundidad su estado de salud psico-físico luego del confinamiento de un año y medio”.
El proyecto fue organizado por el Instituto de Problemas Biomédicos de Moscú y la Agencia Espacial Europea, en tanto que varias instituciones de distintos países se dedicaron al análisis de los experimentos realizados diaria, semanal y mensualmente por los tripulantes. El doctor argentino Daniel Vigo fue uno de los más de 100 científicos de todo el mundo que participaron del análisis de estos sondeos.
El especialista se dedicó a estudiar cómo se comportó el sistema nervioso autónomo durante el sueño y durante las horas de actividad de los viajeros.
“El sistema nervioso autónomo controla todos los procesos que no dependen de nuestra voluntad”, explicó Vigo. Y agregó: “Hay un componente que se encarga de prepararnos para el alerta, para cuando necesitamos gastar energía, que funciona durante el día, para mantenernos concentrados y soportar el estrés o la actividad física; y hay otro componente que predomina durante la noche, que tiene que ver con la conservación de energía y la reparación”.
“Lo que observamos es que este componente del sistema simpático que funciona durante el día se encontró bastante disminuido, por lo que la actividad del sistema nervioso autónomo, en su conjunto, se parece a la de la noche”, mencionó.
El investigador detalló que, normalmente, “la frecuencia cardiaca baja a la noche y sube durante el día, para que el cuerpo pueda responder al requerimiento del estrés de estar despierto; pero ello ocurrió parcialmente con los voluntarios de este experimento”.
Vigo explicó que, pese al encierro, los tripulantes de este viaje simulado cumplieron con las horas normales de sueño. “Durmieron alrededor de ocho horas diarias, mientras que otras ocho horas las dedicaban a cumplir con los experimentos y también tenían otras ocho para dedicarlas a actividades personales de cada uno”.
Vigo comentó que fueron sometidos a análisis de diversas índoles: “Debían hacer un cuestionario diario, para saber cómo estaban anímicamente, entre otros factores; una vez al mes, se ponían un holter para evaluar la actividad del sistema nervioso autónomo a través del análisis de cambios en el ritmo cardíaco; asimismo, realizaban todos los días rutinas de actividad física, para examinar las funciones del cuerpo y sus respuestas motoras; por otra parte, también se observó si sufrían alteraciones en sus capacidades reproductivas, por lo que debían dejar muestras de líquido seminal”.
El investigador del CONICET comentó que ésta fue una gran investigación científica, también grande desde el punto de vista administrativo, para transferir los datos desde el Instituto de Problemas Biomédicos de Moscú a las distintas instituciones que participaron de los 105 experimentos.
Los datos que me llevaban a mí, primero pasaban por la estación de Moscú, luego por la Agencia Espacial Europea, para posteriormente ser transferidos a Bélgica y, finalmente, a través de Internet, los investigadores intercambiábamos nuestros análisis”, relató en diálogo con la Agencia CTyS.
Fuente: Agencia CTyS
