lunes, 20 de agosto de 2012

Detectan mecanismo de transmisión del botulismo del lactante

Investigadores estudiaron la prevalencia de casos en la región del Valle de Uco, Mendoza, y concluyeron que las condiciones ambientales, climáticas y topográficas de la zona contribuyen a la propagación de la enfermedad. 


El botulismo del lactante es, actualmente, la forma clínica más frecuente del botulismo humano en el mundo. Argentina, con 507 casos registrados entre marzo de 1982 y diciembre de 2008, es el segundo país en el planeta detrás de Estados Unidos. 

El botulismo es una intoxicación causada por una neurotoxina bacteriana que produce la bacteria Clostridium botulinum. El término tiene su origen en la palabra latina botulus: ‘embutido’, dado que la enfermedad era más frecuente por la ingestión de este tipo de alimentos contaminados con la bacteria. 

Existen tres clases de botulismo: el transmitido por los alimentos, que ocurre cuando una persona ingiere la toxina y que conduce a la enfermedad en pocas horas; el botulismo de la herida, que ocurre cuando las heridas están infectadas por Clostridium botulinum que secreta la toxina; y el botulismo del lactante que se da cuando la bacteria se hospeda en su tracto intestinal. 

En este último caso, la enfermedad puede presentarse entre los seis días y el primer año de edad, con una mayor prevalencia entre los 2 y los 6 meses. Para explicar la prevalencia de los casos de botulismo del lactante en la zona del Valle de Uco, en Mendoza, un equipo de investigadores estudió las condiciones ambientales en las que se dieron las infecciones en esta área cordillerana. 

Según explicó a Argentina Investiga Laura de Jong, principal responsable de la investigación, el mecanismo de transmisión del botulismo del lactante aún no está totalmente aclarado, aunque se sabe que las esporas de Clostridium botulinum se localizan, generalmente, en los suelos y se transmiten por su deglución cuando, a partir del viento, se transforman en polvo contaminante en el entorno del niño lactante y la madre y/o sobre diferentes alimentos. 

En el suelo las esporas -formadas por las bacterias Clostridium botulinum- viven normalmente por largos períodos de tiempo y a partir de allí pueden llegar a los alimentos como también pueden ser ingeridas directamente por los lactantes. Sin embargo, la sola presencia del patógeno en su ambiente natural no es el único factor de riesgo de exposición en la transmisión del botulismo del lactante. 

“Se estima que existiría una multiplicidad de factores asociados que favorecen la dispersión de las esporas. Las condiciones ambientales, topográficas y climáticas (vientos, humedad y precipitaciones) son factores relevantes en la transmisión, ya que facilitan la volatilización de partículas a partir del suelo y hacen propicia la permanencia de polvo en suspensión cargado de esporas, que serían aerotransportadas y diseminadas por los vientos -explica de Jong. 

No obstante, hay que destacar que se detectaron esporas en algunas muestras de miel y de hierbas utilizadas para suministrar como infusiones a lactantes, por lo que es aconsejable no dar ni miel ni té de hierbas a lactantes menores de un año”, agrega. 

Síntomas 

El botulismo del lactante afecta a niños menores de un año y se produce por la colonización intestinal de esporas de Clostridium botulinum y posterior producción in situ de una potente neurotoxina, que inhibe la liberación de acetilcolina (un neurotransmisor) impidiendo así la contracción muscular. 

Como síntoma, se evidencia una parálisis fláccida, aguda. “El cuadro puede variar, desde una parálisis leve a moderada, hasta una fulminante, indistinguible del denominado síndrome de muerte súbita infantil”, amplía De Jong. La debilidad muscular comienza en el cuello con pérdida del control de la cabeza, cara y garganta, y desciende simétricamente para involucrar los músculos del tronco y extremidades. 

Si el niño es sostenido por el tronco, adopta el aspecto de un típico muñeco de trapo: la cabeza, los brazos y las piernas cuelgan totalmente fláccidos. La muerte deviene por la parálisis de los músculos respiratorios (diafragma e intercostales), o por complicaciones secundarias. Según De Jong, esta infección requiere que los pediatras estén en alerta permanente, para que la confirmación diagnóstica por el laboratorio y el tratamiento adecuado sean inmediatos. Si es así, el niño se recupera muy lentamente pero sin secuelas. En general, el músculo recupera su tonicidad total al cabo de 6 a 9 meses. 

Causalidades 

Del estudio realizado por el equipo encabezado por Laura de Jong, surge que el 17% de los casos de botulismo del lactante en Mendoza entre 1982 y 2010 se produjo en un solo lugar, Tupungato, al pie de la Cordillera de los Andes. “Este elevado registro estaría asociado con una alta prevalencia de esporas de Clostridium botulinum en el suelo: el 66% de las muestras resultaron positivas en este sentido”, detalla la investigadora. 

Por su ubicación geográfica, topografía y clima, en este departamento mendocino se dan factores que, asociados, favorecen la dispersión de las esporas. Está ubicado a 1.050 msnm, asentado en una depresión rodeada por la Cordillera y cerrillos pedemontanos, dentro de la zona árida argentina, caracterizada por su clima seco desértico con frecuentes episodios de viento Zonda, fuerte y caluroso, con muy escasas precipitaciones. 

Con estas condiciones, durante los días ventosos se produce la volatilización de las esporas, las que, durante un tiempo variable, quedan en suspensión los días de calma posteriores, contenidas en el polvo del aire. Además, en Tupungato y los departamentos aledaños de Tunuyán y San Carlos, se desarrolla una intensa actividad agrícola, como el cultivo de ajo, papa y cebolla, que implica movimiento de tierra y el establecimiento de galpones de empaque donde se genera mayor cantidad de polvo ambiental. 

Todo esto contribuye a que el botulismo del lactante encuentre aquí las condiciones óptimas para transmitirse al grupo de riesgo. En este sentido, De Jong aclara que “toda la franja oeste del territorio argentino perteneciente a las zonas áridas, presenta una prevalencia del 29,5% de esporas en sus suelos, con una diferencia estadísticamente significativa a la del resto del país (18,6%)”. 

Así, según el estudio epidemiológico de botulismo del lactante en Argentina (2000-2009), la mayor tasa de casos se dio en La Pampa, Mendoza, San Luis y Neuquén, lo que corroboraría la asociación entre la presencia del patógeno en el ambiente y la multiplicidad de factores de riesgo asociados a la transmisión. 

Más casos, más prevención 

Laura de Jong aclara que, si bien el número de casos en el país ha ido aumentando en los últimos años, no se debe a una mayor propagación sino a la mejor detección de los infectados, en la medida que la población médica está mejor informada. 

En Argentina, los dos primeros casos de botulismo del lactante se registraron casi simultáneamente en Buenos Aires y en Mendoza en 1982, y hasta diciembre de 2010 se registraron 605 casos. En la primera década, la media de los registros fue de cuatro casos por año. A partir de 1995, en cambio, se registran alrededor de 34 casos por año. 

“Esto se debe a que al principio, por el desconocimiento de la enfermedad, muchos casos quedaron sin diagnóstico y el diagnóstico tardío favorecía una letalidad elevada. Con la difusión de las características clínicas aumentó la sospecha y aumentaron los casos diagnosticados, la precocidad en el diagnóstico y el tratamiento adecuado, con lo que la letalidad disminuyó notablemente”, explica De Jong, quien se esperanza con que su estudio sirva para “esclarecer el mecanismo de la transmisión del botulismo del lactante, con el fin de programar estrategias de vigilancia epidemiológica y prevención”. 

Fuente: Infouniversidades